Tengo el corazón ‘partío’
Sí, es el título de la canción casi
conocida por todos de Alejandro Sanz.
Se me vino rápido a la mente viendo la
similitud del comienzo de este vídeo de YouTube
con el primer interviniente que nos habla del cerebro como dos partes
dedicadas a distintos conocimientos o menesteres en nuestras vidas.
Lástima que, en algunas personas, parezca
existir la ‘tercera fase’. Otro pensamiento inmediato a la película y a E.T., y a tener la sensación de vivir entre algún
que otro extraterrestre que no piensa más que en el comecocos
político, social, comercial. O el comecocos que sea que le incita a expresar
siempre el pensamiento de otros olvidando su propio pensamiento. Bueno, quizás
es porque no tiene pensamiento. No piensa.
Tiene una tercera sección en su cerebro que le indica que es más cómodo dejar que piensen otros. Y ahora me acuerdo del que inventen ellos de Miguel de Unamuno. Y es justo que hay que hacer ahora con los recortes, cerrar o menguar el dinero que se destina a la ciencia y aumentar los sueldos y dietas de los políticos. Si cuela, cuela. Solo hace falta que un porcentaje considerable de la población dé por buenas las ocurrencias de esa casta insoportable que fagocita todo lo que toca. El sectarismo en grado sumo. Unos nos expolian con la mano derecha y otros hacen lo mismo con la mano izquierda.
Y es que está a la vista el interés que
pierde a la sociedad. Todos se quejan, pero todos están en busca de lo que el
consumismo nos ofrece. Nos dejamos la vista en la publicidad que nos incita a
gastar, a ser más que el vecino. No vaya a ser que nos tomen por pobres y tengamos un problema con esta
sociedad que nos ofrece la tercera fase
mental y no seamos capaces de presumir lo suficiente haciendo ver que
seguimos a los ‘Dioses’ que piensan por nosotros. Cada cuatro años demostraremos que creemos en
ellos.
Se nos ocurre culpar a los bancos porque
nuestros males son económicos. Los buenos tiempos se acabaron, pero no podemos
pensar que es así porque entonces reconocemos que es verdad que no hicimos gran
cosa para haber evitado la situación actual. Nos quejamos de la venta de armas
y de los gastos en defensa de los ejércitos, pero montamos en cólera cuando se
dice que se va a cerrar tal o cual fábrica de armas con los sindicatos por
delante. ¿No somos hipócritas?
Somos capaces de demostrar que podemos ir
en contra de nuestra propia cultura haciendo ver las partes malas que tiene,
que las tiene, no hay que negarlo, y defendemos, al mismo tiempo, las
civilizaciones que nos rodean otra vez con la hipocresía por bandera. Echamos
las culpas a los de enfrente y ocultamos nuestras propias culpas. Cultivamos el
y tu más por conveniencia, para demostrar que nos cuesta pensar y hacer
uso correcto de las dos partes reales
en las que se dividen los cerebros de los que no quieren que el sistema actual
de sociedad cambie, no vaya a ser que pierda privilegio alguna eminencia
ilustrada que se gana la vida a costa de los que hacen uso del sagrado derecho
de votar cada cuatro años.
Si viene una persona que nos habla de
humanidad o de humanizar el sistema económico, lo degradamos a loco o antisocial.
Es un peligro para la economía, para el negocio de acumular dinero, para la
banca internacional. Esa banca y esos
banqueros que despreciamos pero que no somos capaces de devolver sus tarjetas
de crédito y retirar nuestro dinero. ¿Quién va a pagar luego nuestros recibos?
Con lo fácil que sería que algunos de los que nos ayudan (falsamente) a
organizar manifestaciones y algaradas, a
plantear durante un mes, dos meses, los que hagan falta, que todo el dinero de
nuestras nóminas no necesario, el que
tenemos en los bancos para los pagos imprescindibles, si se sacaran al día
siguiente de estar depositadas... y dejar sin posibilidad de servir a los
clientes, porque ningún banco se vería
con liquidez, demostrando así que se puede parar el sistema especulativo. Pero es
mejor no pensar, no sea que nos dé dolor de cabeza.
¿Y porqué digo que tengo el corazón partío? Porque no sé si me debo preocupar más por los que tienen miedo a perder el trabajo o por los que tienen miedo a no encontrar ese trabajo.