jueves, 13 de junio de 2013




ORGULLO O HUMILDAD



Decía Madame de Sévigné : Si los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una lengua, es porque deben escuchar y leer dos veces antes de hablar.

Hay dos formas de enfrentarse a la vida. La primera es la más fácil, creer que uno lo sabe todo y presumir de ello con orgullo. La segunda, la difícil. Asumir que hay mucho que aprender y actuar con humildad.

Es evidente que la primera es la que, con una vista rápida al entorno que nos rodea, nos parece más abundante viendo la actuación de propios y extraños. Baste con analizar un día cualquiera echando en suertes el que más o menos nos guste para analizar. Ni siquiera el día que más nos interese para poner en evidencia la vanidad de aquellas personas que nos rodean o que tienen alguna influencia en nuestra cotidiana forma de vida.

Pongamos como ejemplo las primeras horas del día, justo en el momento en que el despertador nos invita a desperezarnos para comenzar ese análisis con el que observaremos el proceder de todo cuanto nos rodea. Comencemos por escuchar las primeras noticias de las emisoras de radio. Podemos comenzar primero oyendo la que nos gusta, seguida de loa que nos disgusta. Porque todos tenemos nuestras propias preferencias. Pero también podemos hacer lo contrario, y primero escuchamos aquello con lo que no estamos de acuerdo y luego ponemos atención en oír y escuchar, que son dos cosas distintas aunque las dos tengan mucho que ver con los oídos, todo lo que quisiéramos que nos alegrara el día. Las dos cosas son imposibles. De sobra sabemos que de una misma verdad las dos emisoras son capaces de hacer dos mismas mentiras. Una porque lo es, y otra porque nos esconde la verdad. Las dos emisoras se enorgullecen de su vanidad, de su verdad. Dos vertientes para una misma cosa. El tiempo que nos acompañará todo el día, las bondades de la publicidad que nos pretenderá vaciar la cartera, los políticos que nos pretenderán llevar a su redil con sus afirmaciones y sus negaciones. La cuestión es presumir de orgullo.

Así trascurrirá el día hasta que al  oscurecer, con una recopilación de acontecimientos, se nos presentará una nueva oportunidad de oferta orgullosa de ser la verdad verdadera.

Y por si todo esto nos parece poco, hasta nosotros mismos, todos, pretenderemos unos gramos de orgullo como si de la mejor droga fuera  para tratar de llevar el agua a nuestro molino. Es como si el bipartidismo reinante en la política del país nos tratara de convertir en bipolares. En ver lo que nos interesa como bueno y lo que no nos interesa como malo. Y en realidad, la mentira llega justo hasta donde está la verdad.

El problema es cuando pretendemos monopolizar la posesión de la verdad que nos interesa, enorgulleciéndonos de algo que no nos debería enorgullecer creyendo que lo sabemos todo, menospreciando a quienes hacen uso de su humildad, que buscan la verdad sin levantar la voz, ni la pluma, y que cuando la encuentran no pretenden imponer su verdad  a los orgullosos poseedores de esa verdad.
Estos monopolios se dan cuando se observan las opiniones que leemos de los  que nos sobran dedos de una mano en alguna que otra página Web.

Orgullo y humildad podrían y debieran ir de la mano, pero nos empecinamos en enfrentar.


Sentir orgullo de poseer humildad es muy diferente a carecer de la humildad y presumir de orgullo.